miércoles, 15 de abril de 2020

UN POEMA PARA LA CUARENTENA

Poemas, Javier Funchal, Cafeconvertes. Participa para crear este ...
En esta cuarentena, acaba de fallecer el poeta Javier Funchal. No he podido averiguar casi nada sobre su vida pero nos ha dejado sus hermosos poemas. Este es un poco largo pero no he querido dejar de  transcribirlo para saborearlo en este tiempo que se presta a la pausa y a la reflexión. 
Se titula "LA MESA". Lo podéis escuchar en YouTube declamado por  Begoña Zamacona y acompañada al piano por Jesús Acebedo


Esta mesa, mi mesa, 
cuadradola mesa en la que escribo
es  muchas mesas.
Tiene patas, como todas. 
No camina,como todas. 
Pero ha viajado, 
no como todas.
Esta mesa habla muchos idiomas, 
o mejor debería decir  lenguajes. 
Domina la escritura como pocas.
Esta mesa es callada.

Esta mesa es de cerezo.

Esta mesa conoce todos mis exilios. 
Creo que, incluso, sufre en cada desplazamiento.
Pero siempre ha ido conmigo. 
Siempre ha llorado en los destinos,
y ha reído con el tiempo infinito  

Guarda esta mesa en su tripas todo tipo de voces y silencios.
Ya sabe que deberá cuidar de mis libros- que estos  también saben de exilios- 
cuando uno se termine de ir yendo.
Lo que uno no sabe, ni quiere saber, 
es qué ocurrirá con mis muertos cuando ella desaparezca
Llegados a este punto de falta de conocimiento,
uno no termina de entender para qué tanto.
Uno asimiló las palabras del maestro cuando dijo aquello de 
"después de tanto todo para nada"
Uno tiene muy advertido que la cosa no está en lo que nos rodea, sino no en uno mismo.
Sobran todos los equipajes, todas las maletas, incluso las mas mínimas, 
esas que consideramos esenciales.
Sobran las personas. Y sobran todos los materiales.
Incluso sobra uno mismo.

La cosa está en uno mismo.
Uno mismo.
Sin uno mismo no hay destino. 
El destino de uno es uno mismo.
Uno mismo es su destino.
Podría hacer muchos juegos de palabras y quedaría hasta gracioso
si no fuera porque a mi mesa y a mi, tanto destino y tanto exilio no nos hacen ninguna gracia.

Acompañado de mi, pareciera que no estoy en soledad. 
Pero sí lo estoy
Mi soledad es una soledad acompañada. 
Como mínimo, por mi mismo que ya es mucho. 
Puede haber un amor, incluso.
Y se puede amar en soledad a la persona amada,
esa  persona que está ahí y nos acompaña. 
Es sólo que esa persona ha de amar también su soledad. 
Y saber amar en soledad acompañada.
En ese momento aparece la grandeza,
aunque uno no esté solo, pero escriba en la soledad de su mesa.
Esta mesa, por ejemplo, es una mesa solitaria.
Y me ama desde su soledad de mesa , mientras yo la amo a ella.
Ella lo sabe. 
Por eso no es una mesa cualquiera.
Siente cómo cada noche, escribo sobre ella los versos a mi amada

Siente mi grandísimo amor derramado sobre folios y folios 
que antes de mi amor no eran nada
Esta mesa tiene grabados en sus vetas de madera de cerezo todos mis poemas.
Toda mi voz ausente corre por entre sus venas. 
Pudiera decirse, cuando recibe algún rasguño, que sangra por su primavera.
Esa primavera donde floreció una vez el cerezo que hoy es mi mesa 
Esta mesa  es joven y bella y hasta sus cicatrices son capaces de enamorar al menos esteta.

A esta mesa le gusta la mar. 
La ha contemplado muchas veces, y muchas veces, ha llorado lagrimas de sal
Y ha reído entre las olas cuando venían a buscarla para saltar y jugar 
En ocasiones cuando duerme esta mesa mía atemporal,
yo la contemplo y la velo y me enamoro.
Mas y mas y mas 
Y aprovechando su  sueño noble de compañera infatigable, lloro
Esta mesa es una mesa conversadora, 
discreta en sus opiniones porque sabe que su pensar ha crecido a mi sombra.
Ha aprendido, como yo, en mis exilios.

Esta mesa no descansa. 
Sabe que en cualquier momento habremos de levantar el vuelo 
hacia el encuentro de otros nidos reales o ficticios
-esto no importa.
En cualquier caso, quedamos siempre a la espera ilusoria de un hogar, 
de un mínimo interés, de unos besos a diario, de unos silencios compartidos, de una quietud necesaria, de unas risas, de unas lágrimas salinas. 
Quedamos a la espera del amor, pues, 
esta mesa de madera de cerezo y yo.